literature

Auror y Dragon cap.1: Inicio

Deviation Actions

DragonsHearts's avatar
Published:
408 Views

Literature Text

Estaba caminado como siempre, por los pasillos de la ciudad subterránea de las montañas. Nunca recuerdo su nombre, aunque tampoco es la mayor de las importancias del mundo. Cada paso que daba me hacía sentir bastante solo, sin nadie con el que hablar, ni una sola alma pérdida o deambulando por el edificio bajo tierra hasta que por fin conseguí salir de aquella especie de laberinto.

No esperaba en ningún momento que el exterior llegase a ser tan gigantesco. Era como si estuviera en la superficie, salvo que las luces, emitidas por antorchas, algunas de un gran tamaño, desprendían poca luz, pero mucho mayor cuando era en conjunto. El suelo se construyó de la forma más parecida a las anchas calles de cualquier ciudad de arriba con la intención de hacer sentir a los ciudadanos como en casa.

Avancé unos pasos y miré a atrás. Una grandiosa puerta de madera se levantaba metros y metros de mi cabeza. Ni alzando al cabeza conseguía ver el final de la madera y el hierro que la decoraba. Me quedé tan sorprendido con tanta altitud que no podía imaginarme a cuánta profundidad podía llegar a estar.

Tras una breve caminata por el ancho espacio, me tope con unas personas que parecían estar esperándome desde hacía un rato. Todos eran ancianos de espesas barbas, algunas largas; otras de pocas semanas, pero el caso es que tenían. También vestían las típicas túnicas de un mago o un sacerdote. Vi que se apartaban y de entre ellos pasaba una gran dragona blanca con una silla de montar al final de su cuello. Ojos platinos, púas afiladas y cuernos rectos con una ligera elevación casi llegando a las puntas. A pesar de tener escamas blancas, se apreciaba más un tono más plateado que blanquecino. Se acercó a mí y me miró con sus impresionantes ojos color platino.

¿Listo para volverlo a intentar?

La voz femenina que retumbó en mi cabeza sin previo aviso me dejó con una gran sorpresa. Luego me fue fácil saber que se trataba de la dragona.

Lo haré lo mejor que pueda, como siempre, le respondí.

Me alegra oírte decir eso después de nuestro último…incidente.

Con incidente se refería, obviamente, a caerme de su lomo. Era un pésimo jinete de dragón y ya había perdido la cuenta de cuantas veces en dos días había caído de espaldas contra el suelo. Es una suerte que los ancianos supieran pararme a tiempo, sino, ya sería historia.

Como no iba a ser menos, empecé con la clase de vuelo lo más pronto posible. Una vez bien colocado y adaptado a las curvas del animal, esperé a que ella estuviera lista para iniciar el primer vuelo. No tardó muchos segundos después de decirle que estaba listo. Y tampoco pasó más de tres minutos en caerme de la silla.

Seguí intentándolo una y otra vez, sin descanso, aspirando a que un día ella y yo pudiéramos surcar este falso cielo subterráneo. Cada caída me incitaba a volverlo a intentar, pero también a abandonar, dando un paso adelante y dos atrás.

Ya llegué al cuarto día de clase para montar dragones y seguía como en el primer día: cayendo como si fuera la primera vez que montaba a la dragona. Al final llegué a la semana sin ningún avance. Una semana sin poder cumplir mi propósito me deprimía. Tal fue la depresión de un día que estuve a punto de tirar la toalla, no obstante, aquel día también aumentaron mucho mis ganas de montar y todo gracias a la dragona. Fue una conversación que me caló hondo…

-0-

-Se acabó. No aguanto más.

La clase había terminado. Pero yo tenía decidido que no iba a salir del castillo para volver a montar a la dragona. Estaba cansado de tanto caerme, no pude imaginar la de días que harían falta para conseguirlo, aun así, fuesen pocos o muchos, lo sentía por los sacerdotes pero les diría que abandonaba. Me metí en el castillo con mi habitación como destino.

¡Espera!

La voz de la dragona me detuvo un momento. Inspiré hondo antes de mirar atrás y toparme con aquel brillante cuerpo blanco de luz plateada.

-¿Qué quieres? –le dije enfadado. No quería hablar con nadie y puse el tono de voz que lo demostrase.

No puedes abandonar ahora. Yo sé que eres capaz de conseguirlo.

-Mira, llevo días intentándolo una y otra vez. Casi unas cien veces desde que me levanto de la cama hasta que vuelvo para descansar. A estas horas estaría muerto si no llega a ser por los sacerdotes.

Sólo durante cuatro días. ¿Tan pronto sueles rendirte ante las adversidades? Creí que seguirías un poco más…

Suspiré. Aquella conversación me estaba sacando de quicio, aunque de alguna forma me gustaba hablar con la dragona. Si lo pensaba, era la primera vez que mantenía una conversación de este tipo. Nada del clásico hola y adiós de toda la vida.

-Mira, en el fondo quiero seguir intentándolo, hasta el final. Pero ha habido ocasiones en las que casi pensé que me ropería el cuello.

¿Y tu motivo para seguir intentándolo hasta el final cuál es?

-Tú…

Un silencio incómodo surgió tras decir aquellas dos simples letras. Finalmente, la dragona fue quien rompió con la calma.

Pensé que jamás volvería a tener a alguien a quien le importase más de lo normal. –Me quedé realmente sorprendido cuando resonaron esas palabras en mi mente-. No me pongas esa cara porque lo que he dicho es verdad. ¿Sabes cuántas personas han estado sobre mí? –Negué con la cabeza-. Decenas. Decenas de personas intentando conseguir lo que tú estás a punto de abandonar. Algunos hirieron mis sentimientos diciendo que yo era el problema; otros fueron más respetuosos y abandonaron por poca voluntad en ellos mismos; y otros ni yo misma los soportaba porque me caían mal, dado que se portaban como auténticos idiotas. Perdona el comentario, pero es que me sacaban de quicio. A todo esto, ¿Sabes qué? Nadie, absolutamente ninguno de los jinetes que me montaba tuvo la menor fe en mí. Todos abandonaron por su propia salud y no se preocuparon por mí. Sólo hubo un jinete que sí se preocupó, y está muerto. Tú, años después, eres el único que ha dicho que su motivo por querer seguir adelante montándome soy yo. Jamás tuve a alguien como tú. Y no quiero que abandones. No me apetece volver a saber qué clase de jinetes vendrán cuando tú te marches.

No estaba al tanto de la vida de la dragona ni de lo que vivió durante todos los años que vivió. Ella me importaba, claro que sí. Aunque siempre cayese de su lomo por algún motivo que todavía no terminaba de comprender, mientras estaba los escasos minutos sobre su lomo sentía algo que me alegraba la vida, como si tuviera a alguien que me comprendía profundamente, que conocía mis sentimientos.

Esa actuación por su parte me ayudo a cambiar de parecer.

-¿Sabes qué? Tienes razón. He sido un completo idiota pensando que quería abandonar cuando incluso he mencionado que eres alguien importante para mí. Soy un completo imbécil.

Y me di un golpe en la frente con la palma de la mano con tal de ver si así reaccionaba ante lo que tenía delante de mis ojos.

Tampoco es para que te pongas así. Sólo tienes que prometerme que lo intentarás hasta el límite de tus fuerzas. Sólo te pido eso.

-Pues ahora lo tienes.

Después de intercambiar unas sonrisas y de mirarnos a los ojos satisfechos de la conversación, cada uno nos retiramos a nuestros aposentos a descansar.

-0-

Me provocó no sólo un cambió de decisión mental, sino que sus palabras llegaron más hacia adentro, hasta alcanzar el corazón. Desde entonces cada día me sentía más unido a ella, con más fuerzas cada vez que caía de la silla y siempre con el mismo objetivo: montarla como el nuevo jinete de dragón que era.

Antes de caer al suelo después de una monta me cronometraba mentalmente el tiempo que estaba sobre ella. Claramente no era un tiempo exacto, pero sí era uno aproximado, cosa que ya era suficiente para mí. Cada instante le pedía a la dragona que me diera unos segundos para centrarme en contar el tiempo y a su vez estar concentrado en el equilibrio. Me manejaba bastante bien, podía hacer las dos cosas sin mucha dificultad.

Siempre que me cronometraba a mí mismo descubría que cada vez aguantaba un poco más sobre el lomo de la dragona. Al principio sólo eran uno o dos segundos, pero luego fue aumentando y, minuto a minuto, estaba más cerca de estar equilibrado con ella.

Finalmente, tras dos duras semanas de entrenar y entrenar, de cronometrarme en todo momento y a todas horas, lo conseguí. Por fin logré montar a la dragona y desmontarla desde el inicio del vuelo hasta su aterrizaje. Cuando bajé, me sentía tan alegre que no pude evitar saltar, gritar, y hacer el ridículo delante de los sacerdotes. Ellos seguían con una cara muy seria, cosa que me hizo ponerla a mí también. Antes de estar de acuerdo de que montar a la dragona ya no suponía absolutamente ningún problema para mí, optaron por una segunda clase, sólo para asegurarse. Y fue la segunda vez que no caí del lomo.

-Enhorabuena –me felicitó uno de los sacerdotes-. Nos alegramos mucho de que al final lo hayas conseguido. Has sufrido mucho, pero valió la pena, ¿no?

-Sin duda –contesté alegremente. Jadeaba mientras vocalizaba. Agitar tanto los brazos era un buen ejercicio para acabar exhausto en poco tiempo.

-Puesto que ahora parece que has conseguido sincronizarte con la dragona, te ofrecemos una recompensa que te va a encantar.

-¿Ah, sí? ¿Cuál?

-Ahora la dragona es plenamente de tu propiedad. Tú cuidarás de ella, o ella cuidará de ti. Según convenga.

¡Esa era una recompensa que no iba a rechazar! La dragona era de mi propiedad. Eso significaba que no se quedaría con los sacerdotes como sucedía todas las noches. Ahora, la dragona podría dormir conmigo, estar a mi lado, pasear conmigo sin que nadie nos molestara o intentase separarnos por algo.

-Tomaos un descanso. Conoceos mejor el uno con el otro. –Dijo uno de los sacerdotes-. Que estéis sincronizados en el vuelo no significa que sepáis las historias de cada uno. Os lo tenéis bien merecido.

-¿Qué harán ustedes? –les pregunté.

-Obviamente, que la dragona ahora sea tuya no significa que no podamos solicitar sus servicios. –Al final todo tenía un precio-. Pero no hay nada grave que la requiera, por lo que sois libres hasta que seáis llamados.

Dicho esto, los sacerdotes se fueron juntos por las calles de la ciudad subterránea.

¿A dónde quieres que vayamos? -me preguntó la dragona.

A cualquier lugar donde estemos tranquilos. Siento interés por conocerte más a fondo tras aquella conversación de hace varios días.

Pues vayamos a la dragonera secreta donde duermo. Desde allí veremos la ciudad entera y no nos molestará absolutamente nadie a menos que tengan alas y sepan utilizarlas.

Su propuesta era una buena idea, así también podría conocer mucho mejor las calles que componen aquella ciudad con semblante de ser enorme. Subí a su lomo y la dragona despegó en cuanto me vio bien posicionado. Ahora me alegraba de estar equilibrado y no tener el miedo de caerme, aunque, si pasaba, sabría que sería por un descuido mí, una distracción, y no nada de lo que antes era.

Aterrizamos en la dragonera, una gigantesca cueva hecha con la mano obrera de un humano para tenerla de aquel modo. Miré curioso su estructura y me acerqué para comprobar si podía ver el fondo desde la entrada, cosa que me fue imposible por la escasa iluminación que teníamos al estar bajo tierra.

Debes vivir muy a gusto en una dragonera como esta -le dije.

No podría estar más contenta. Tardaron unos meses en darme un hogar tan agradable como este y yo estuve ese tiempo viviendo a la intemperie. Tampoco es que haya mucha diferencia, pero siempre es bueno tener una fogata ahí dentro.

Eso explicaría que huela un poco a quemado…

Todas las noches enciendo uno, para coger el calor y, de ese modo, evito sentir el frío cuando ya estoy profundamente dormida. Ahora me queda poca leña que quemar, pero por fin podré coger sin llegar tarde a las clases.

Una buena noticia.

Dejé de mirar el lugar de dormir de la dragona y contemplé lo que había al otro lado del precipicio. La ciudad subterránea era demasiado grande como para poderla ver completamente toda desde nuestro lugar. Jamás llegué a imaginar que bajo tierra podría haber algo tan enorme. En el lugar podrían estar viviendo decenas de miles de personas, incluso cientos de miles. También me dio por mirar abajo y no fue difícil descubrir que estaba a casi mil metros del suelo. Luego miré arriba y la altura continuaba. Cada vez sentía más curiosidad por saber a cuánta profundidad estábamos.

-Las vistas son impresionantes –comenté. Me senté al borde y dejé las piernas colgando en el abismo. La dragona se tumbó a mi lado, procurando no tirarme en el escaso espacio que había para los dos. Cuando nos aseguramos de estar cómodos, seguimos con la conversación-. Bueno… ¿cómo quieres que empecemos a conocernos mejor? Ya sabes, por lo que dijo el sacerdote.

¿Y por dónde quieres empezar?

-No sé…bueno, podrías explicarme algo más de tus anteriores jinetes, ¿cuántos tuviste exactamente?

No me es muy agradable tener que hablar de ellos, pero si eso te interesa, te diré que fueron unos veintisiete excluyéndote, puede que más. No lo recuerdo con precisión.

-Caray, si que fueron bastantes…

En realidad fueron muy pocos.

-¿Cómo? –Si veintisiete, veintiocho conmigo, eran pocos para la dragona, muchos no me gustaría ni pensarlo.

¿Sabes por qué tú, al igual que los demás, fuisteis elegidos para montarme?

La pregunta fue interesante, plantearse el por qué de haberme convertido en su jinete era algo que jamás me había cuestionado.

-Supongo que por la amistad que pueda haber entre los dos. –Dije lo primero que me vino a la cabeza.

Entonces, ¿qué hay de aquellos jinetes a los que odiaba por su carácter egoísta y arrogante? Por lo que tú dices, esos jinetes nunca debieron subir a mi lomo, pero lo hicieron. -Eso era cierto. En ese caso no podía responder a la pregunta-. La única forma de que una persona pueda tener la posibilidad de montarme es la que estamos realizando en estos momentos.

-¿La comunicación mental?

Exactamente. Pocos jinetes tienen ese don. Salvo mi primer jinete, él no lo tenía, sino que fue un enlace que creé para ello. Fueron buenos tiempos.

-Fue alguien muy importante para ti, ¿verdad?

Sí… el mejor de todos. Y tú estás siguiendo su camino desde el comienzo.

-Bueno saber eso. –Hice una pausa y pensé en alguna nueva pregunta para continuar-. Ahora que caigo, no me han dicho tu nombre en ningún momento. ¿Por qué no me lo dices?

Lo siento pero nadie es digno de conocer mi nombre. Ni siquiera tú. Siento ser tan directa pero hace años que lo mantengo oculto.

-¿Qué motivos hay por ello?

Es un nombre que me importa mucho y no quiero que nadie lo ensucie con su boca.

-Está bien. Respeto tus decisiones. Pero déjame adivinar una cosa: solo tu primer jinete conoce tu nombre, ¿me equivoco?

¿Tanto se nota?

Los dos compartimos unas risas ante mi poder de adivinación.

Cuéntame ahora algo tú. Yo ya te he explicado algo de mis años de vida, si tuviese que contarte cada cosa que me pasó con cada jinete que tuve…

-Si pudieras hablarme de tu primer jinete…

Algún día, cuando llegue el momento, te lo explicaré todo lo que viví con él. Te lo prometo.

-Si me lo prometes…está bien. Mi historia no es nada larga dado que no pasaron muchas novedades en mi vida. Vivía con mis padres y con mi primo, un chico de mi edad cuyos padres murieron en un accidente. Mis padres se ocuparon de cuidarle junto a mí y, a pesar de ser primos, nos comportábamos como hermanos.

Durante once años la vida fue muy tranquila y relajante. Yo y mi primo estábamos emocionados porque por fin podíamos ir a la escuela de Hogwarts. Mi sueño era entrar en una de las cuatro casas, cualquiera me gustaba, salvo aquella casa de Slytherin. Por lo que me dijo mi madre de ellos, ya los odiaba desde muy joven. Pero el destino movió una ficha a un punto de maldad muy elevada.

Entraron sin avisar, derruyendo la puerta y echando toda la casa a perder. Eran hombres y mujeres vestidos con túnicas negras y extrañas máscaras. Buscaban algo, o a alguien, no estoy seguro, y tampoco sé si lo encontraron. Solo vi como una mujer alzaba su varita y lanzaba dos rayos verdes a mis padres. Luego se llevó a mi primo con ellos…Todo aquello lo contemplé desde el piso de arriba, desde donde pude distinguir claramente los cuerpos ya sin vida de mis padres. También registraron el piso superior antes de marcharse, pero no miraron dentro de los armarios por suerte.

Permanecí el resto de la noche oculto entre las chaquetas y abrigos de mi padre, con el silencio y el miedo como únicos compañeros. Acabé dormido después de llorar varias horas.

Cuando desperté, estaba aquí en esta ciudad bajo tierra. Estuve el resto de mi vida aquí, conociendo los rincones de la ciudad y aprendiendo a defenderme…

Y mientras estabas aprendiendo, nuestros caminos se cruzaron, añadió la dragona.

-Así es –concluí.

Lamento mucho que hayas tenido que contarme eso de tus padres -se disculpó ella.

-Tranquila, no lo sabías. Ahora solo quiero averiguar el por qué de aquel ataque… y vengarme de aquella mujer que los mató. Eso no me devolverá a mis padres, claro, pero podrá ayudarme de alguna forma. Y también quiero encontrar a mi primo. ¿Qué le habrán hecho esos malditos?

Mortífagos -dijo secamente la dragona. Yo la miré curioso-. Aquellos malditos de los que hablas se llaman mortífagos, miembros de un ejército a nombre de alguien llamado Voldemort…

-¿Cómo sabes tanto de ellos?

Por su culpa no puedo ir a la superficie. Me quieren para algo, y no sé lo que es. Por ello murieron muchos hombres solo por evitar mi captura. Y Tengo ganas de devolverles el favor…

-Tú también quieres venganza.

Una venganza global. No como la tuya, que es específica. -La venganza era igual, ya fuese contra una o varias personas, el objetivo final era el mismo-. ¿Sabes de quién quieres vengarte? Si vas dando palos de ciego no conseguirás nada.

-Tuve suerte de descubrirlo. Los que registraron la planta superior hablaron de una mujer. Su nombre es Lisandra. Y de todos los mortífagos que había, solo había una persona que encajase con dicho nombre, y era la única mujer.

Tal vez incluso el nombre se lo pusieran a un hombre.

-No creo que unos padres tengan tanta mala leche como para ponerle un nombre de mujer a su hijo, ¿no?

El mundo está lleno de sorpresas.

Ciertamente, ¿Quién pensaría algo así? Siempre puede haber alguien que le ponga un nombre femenino a un chico y viceversa. En cualquier caso, el nombre solo tenía la importancia de que pocas personas podrían tenerlo en un lugar concreto…y pocas podrían poseerlo al formar parte de una especie de ejército raro.

Ahora que caigo, tú tampoco me has dicho tu nombre -saltó la dragona.

-No puedo –contesté-. Los sacerdotes me dijeron que lo mantuviera en secreto de igual forma que tú tienes guardado el tuyo. Solo me dejan poner un mote o algo por el estilo, pero como no tengo...

¿Eso significa que debo llamarte Jinete?

-¿Y yo a ti Dragona?

Ya nos buscaremos un mote más decente. Por ahora, creo que esos nombres servirán de momento.

Jinete… más bien era un título a un mote, pero la dragona tenía razón y servirían hasta que cada uno pensase en un nombre mejor para el otro. Ya pensaría en ello más tarde.

Las antorchas se apagan.

Miré a la ciudad y pude ver como las luces anaranjadas que emitían las antorchas, linternas, hogueras, entre otros se iban apagando como si alguien hubiese dejado de darles la chispa que los mantenía encendidos. Poco a poco todo se fue tornando más oscuro, hasta que solo el castillo funcionaba como un gran faro.

Todo aquello significaba que ya era de noche.

-Debería irme –dije.

Sí, pero ahora los centinelas de las murallas están en alerta. Eso significa que aunque me acerque a la ciudad, serían capaces de disparar dado que saben que a la que las luces se apagan, yo ya estoy dormida en mi cueva. Llevo años haciendo lo mismo y actuar diferente ahora podría significar que pasa algo raro y se montaría un lío demasiado grande.

-¿Entonces qué hago?

Lo mejor es que te quedes conmigo esta noche. No te preocupes, les explicaré a los sacerdotes que estuviste conmigo por el motivo que te acabo de explicar.

-Solo espero que no se enfaden.

Tranquilo, no lo harán; saben que tengo más autoridad que ellos.

Esas últimas palabras de la dragona me dejaron desconcertado, pero no le di importancia alguna. Lo único que quería hacer ahora era descansar hasta en nuevo día que era el mañana.
well, I decided to upload this story because is one of the best i ever had for one simple reason: I dreamed this story. I just explain some things for not to have incoherences caused by the dream and make it more understandable. Basically, scenes like the flight of the dragoness, the conversations with her or that underground city were dreamed by me.

It's a story where i mix the world of Harry Potter and I add the magic of

so, hope you like it.

English version coming soon.
© 2012 - 2024 DragonsHearts
Comments0
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In